Madre del Salvador

Después de veinte siglos estamos en excepcionales condiciones de purificar nuestra fe. La palabra de Dios puede ser mejor conocida y deslindada de sus condicionamientos culturales.

No se llamará tradición así como así a cualquier interpretación, por antigua que sea, o por su repercusión posterior, sino que, en muchos casos, se puede hoy analizar mejor que nunca el porqué de ciertas intromisiones novedosas en la liturgia, en la piedad y en la teología cristianas. De igual modo se dispone de muchos medios y de perspectiva para plantearse la intención y el alcance de los concilios, de las palabras autorizadas de los responsables de las iglesias y de aquél en quien se ha delegado una responsabilidad universal.

Nada puede estar en contradicción con la novedad de la Buena Noticia de Jesús. Por tanto, esta sabiduría que sólo el tiempo da puede devolvernos una imagen nítida de la Madre de nuestro Salvador, para alegría y regocijo de todos, puesto que es uno de los tesoros más preciosos que la Iglesia tiene.